sábado, 23 de marzo de 2013

Prosa 2.

Sólo nos habíamos cruzado palabras un par de veces y sin embargo hicimos el amor como si nos conociéramos de todas las noches, ¿Cómo iba a imaginar que su cuerpo estuviera hecho a mi medida? Con una seguridad nata mis manos palparon sus rincones más inéditos y con una sabiduría extraña mis labios pronunciaban las palabras precisas y mi boca la besaba en los momentos más exactos. La primera vez que la vi  un medio día de domingo en la iglesia, desee esos ojos obscuros, profundos, gitanos; al ella sonreírme la sentí tan mía, como si cada vez que lo hiciera fuese yo el motivo ¿Cuándo iba a imaginar que sus besos se cruzaran con los míos? Ante la noche obscura y cálida, el silencio, su piel brillando con la luna y su sonrisa coronada de estrellas me incendiaron el alma. «¿Ahí estás?», susurran sus manos a mi piel cuando me acaricia el rostro, «Siempre», responden mis ojos con una sola mirada.

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