lunes, 14 de enero de 2013

Amantes en silencio.

Nos bastaba el silencio... 
Fuimos amantes, pero no unos amantes convencionales, nos amamos al público. Nos bastaba con un par de miradas cruzadas para saber que importaba poco la moral para amarnos, eran miradas de fuego vivo que sí en ese lugar no hubiera gente, quién sabe Dios que hubiese pasado.
De pronto el exterior desapareció, la misa, los feligreses, el padre, los automóviles que pasaban en el instante atrás de nosotros, el sol que caía a plomo sobre el asfalto sucio de la ciudad; ahí estábamos, inertes, poseídos de una pasión inexplicable, una pasión que no necesito piel con piel, calor ni besos para expresarse. Bastaban los profundos y grandes ojos negros chocar con mi mirada y detener el universo, hacerme desear la piel morena y los labios amplios y expresivos que no dejaban de sonreírme, una piel que sentía ansias de vivir. Desapareció y fue como sí toda una vida la hubiese amado y de pronto se fuera, sentí su pérdida toda la tarde, me vació el alma de nuevo. Me preguntaba la edad ¿30 años quizá? No lo sé, ni me interesa, sólo sé que a veces no me importaría ser su amante.

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